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Antídoto para no dejar que un amor muera

La pareja es la suma de dos personas vivas, por lo mismo, la relación debería ser algo que “vive”, que respira, que se mueve, algo que inspira. Pero a veces el amor se va quedando dormido, va perdiendo su potencia, empieza a agonizar en silencio.

Cuando recibo una pareja en crisis es común escuchar en cada uno la sensación de “agotamiento”, suelen hablar del tiempo que cada uno lleva esforzándose. Lo curioso es que cuando pregunto cuales son los hábitos que acompañan esa pareja, qué hacen juntos, que proyectos tienen, cómo se salen de la rutina, como se seducen, cómo está su vida íntima, cuáles son sus momentos de charlar, de intimidad, de estar a solas, la respuesta siempre es la misma: no tenemos tiempo, estamos cansados, hay mucho trabajo, hay niños, hay problemas… Inevitablemente llego a la conclusión lo que nos cansa no es el esfuerzo, si no todo lo contrario, lo que nos cansa es la rutina.

El esperar que sea el otro, y no yo, el que proponga algo, el que luche, el que se mueva, el que reme. Las primeras citas son una lista larga de cosas que la pareja no hace, dejó de hacer, o hace mal, acompañado de otra lista de desilusiones, de frustraciones, de heridas.

Muy pocas veces las personas nos preguntamos ¿por qué yo dejé de hacer lo que hacía cuando estaba enamorado?, ¿Qué me pasó a mi? ¿En qué momento me aburrí de planear? ¿Cuándo dejé de disfrutar? ¿ por qué me fui alejando?

La verdad es que llevamos años construyendo la creencia de que estar en pareja, es tener a alguien que nos brinda cosas, llámese compañía, tiempo, ternura, detalles, comprensión, afecto, sorpresas, promesas, amor.

Eso nos lleva a hacer conteos internos de lo que yo bautice los: “ya no”. Ya no me miras como antes, ya no me hablas como antes, ya no me dedicas tiempo como antes, ya no me dices cosas lindas como antes, ya no me sorprendes como antes, ya no me cuidas como antes, ya no me tocas como antes, ya nuestra relación no es como antes. Sinceramente, es cierto con el tiempo ya no somos como antes. Perdemos el entusiasmo, dejamos que la magia se apague, volvemos a las rutinas, dejamos de actuar como enamorados, vamos abandonando la intimidad, extendemos los horarios, dejamos de enviar mensajes, olvidamos las fechas importantes, nos apartamos de los asuntos valiosos del otro, soltamos poco a poco la mano de nuestra persona amada, dejamos de alentar sus sueños, nos resignamos a pasar tiempo muerto al lado de esa persona y olvidamos nuestra propia iniciativa de ser especiales.

Mi hipótesis es que la decadencia del enamoramiento, empieza siempre en el adormecimiento propio. Nos dormimos esperando que el otro nos despierte, que el otro nos proponga, que el otro ponga la fuerza. Nos dormimos anestesiados en las contradicciones del día a día, en las rabias internas por que el otro hizo algo que nos molesto o dejó de hacer algo que queríamos que hiciera, vamos sumando los puntos negativos para con ellos justificar que nosotros también tenemos derecho a dejar de actuar.

Resultaría maravilloso comprender que las cosas fáciles de hacer, decir una palabra bonita, invitar a la pareja a hacer algo nuevo, celebrar, bailar, besar, tomarse un café, caminar, comentar un libro, hablar de los sueños, tomar el sol abrazados, ponernos algo para seducir al otro, comprar el jugo favorito del otro, dedicarle una frase, confesarle algo hermoso, todas esas cosas tan fáciles de hacer; también son fáciles de NO hacer.

No pretendo decir que esto sea suficiente para salir de una crisis, pero si pretendo decir que cuando eso se pierde, la crisis es inevitable. La distancia aumenta, el vacío aumenta, la desilusión aumenta y no hay nada peor que sentirte solo cuando estás en pareja.

Suelo preguntarle a mis pacientes, ¿si no eres tu quien le dice que le ama quien? ¿ si no eres tu quien le roba un beso? ¿si no eres tu quien le invita a cenar quien? ¿si no eres tu quien le celebra sus logros quien? ¿Si no eres tu quien le cuida, quien? ¿Si no eres tu su mejor amigo/a quien? ¿si no eres tu quien le comprende en sus momentos caóticos quien? ¿ si no eres tu quien lo ama en toda la extensión de su cuerpo quien? ¿si no eres quien escucha a tu pareja, quien? ¿si no eres tú su cómplice, quien? ¿si no eres tu quién lucha por este amor, quien? . Somos todos seres variables, podemos convertir la peor de la crisis en la mejor de las confesiones.

Podemos cambiar la lista de cosas que sentimos que el otro nos debe, por una buena lista de cosas para organizar juntos. Podemos cambiar nuestras excusas en píldoras de consciencia que nos centren en prestar atención a las necesidades de esas personas que nos eligieron para acompañar sus vidas. Podemos sumar voluntad, amor y responsabilidad y con nuestra relación e intentar soltar los rencores, aceptar las limitaciones, comprender incluso nuestros propios procesos.

Estoy segura, que cuando comenzamos a actuar desde un lugar diferente, y ese lugar es nuestro lugar y dejamos de esperar que el otro sea quien se ocupe de revivir la pasión, ya no tenemos una relación donde todo depende de uno de los dos. Al contrario, si yo actúo, y mi pareja en su yo actúa con este principio, hay DOS personas alimentando, dando vida, dando energía, dando fuerza es inevitable que la relación avance.

Así que príncipes y princesas, la dosis más poderosa para que una relación no se muera es la ternura. Les dejo la inquietud, ¿quién no se doblega ante un acto de ternura? Y ¿ quién no es feliz cuando crea ternura?. El buen amor en pareja es una mezcla de auto-responsabilidad y de grandes dosis de ternura con el otro.

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